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domingo, 25 de julio de 2021

 

EL PORQUÉ DE LA GUERRA.

ENTRE EINSTEIN Y FREUD.

Una psicología del dolor.

 


Hacia finales de la segunda guerra mundial, los dos grandes genios de la época se propusieron tener una conversación acerca del porqué de la guerra. La propuesta nació del profesor Einstein y Freud la aceptó.

Llegaron a intercambiar cuatro cartas y lo que recuerdo, en una breve síntesis, del intercambio de ideas entre el psicoanalista que generó el concepto de inconsciente y el físico que produjo la teoría de la relatividad, fue que Einstein, de ideas pacifistas, y partidario de la reeducación de la civilización hacia la paz y el psicoanalista, investigador de las oscuridades del alma, fue que Freud le dijo que, muy a su pesar, y de las buenas intenciones de su interlocutor, estas no coincidían con lo que arrojaban sus investigaciones sobre el inconsciente.

Qué puedo pensar, con humildad y rigor, de lo que Freud habría descubierto en la naturaleza del inconsciente, para zanjar de tal modo la conversación? 

Mi hipótesis es que en el ser humano hay una dificultad profunda y esencial para aceptar la existencia del otro, de sus prójimos.

El hueso de la cuestión es que de todos los “pecados” propios del espíritu humano, el principal es el egoísmo.

El fundamento de lo inconsciente, en efecto, parece estar basado en su profundo narcisismo. En esto se basa la poderosa tentación agresiva, que lo suele llevar a acabar con su prójimo.

El amor-odio. La contracara de la moneda.

En la teoría psicoanalítica se habla que el amor es la fuerza fundamental, basada en el reconocimiento del otro amado, pero que tiene una contracara de la moneda, el odio. 

¿Debido a que, este doble mecanismo de contradicción del alma en la relación con sus hermanos humanos?

Debido a que, al abrirnos hacia el otro en el amor, también se abre en nuestra alma una ventana donde el ser amado nos halla sin defensa a causa de nuestro amor y, si se le ocurre jugarnos una mala pasada, una traición, un abandono de su amor por nosotros, quedamos a su merced. En esto consisten los riesgos del amor, y la posibilidad del dolor más profundo que nos puede producir.

Por miedo al dolor preferimos eliminar al otro.

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