Habrá visto el lector que cuando
una persona tiene definida su personalidad, no es fácil de cambiar.
Puede que el cambio fuese
necesario porque su forma de ser le lleve a muchos problemas, pero esa
necesidad no hace que le sea sencillo hacerlo. A veces porque no es consciente de estos problemas y
otras en que, aunque lo sea, no sabe cómo.
Las personas tenemos, a
partir de la educación y de los aspectos ambientales que nos han influido, una forma de entender, de
enfocar las cosas, que está por decir así, encarnada, vale decir que no se
cambia solamente por un acto de voluntad.
Algunos dicen que con pensar
de forma positiva todo se soluciona. Ayuda indudablemente pensar que podemos
cambiar las cosas; ponernos el no por delante no tiene sentido. Al mismo tiempo conviene no mirar la cuestión con ingenuidad; la voluntad ayuda pero no
siempre es suficiente. El proceso de madurar lleva lo suyo.
Un refrán dice que aprendiendo
a vivir se va la vida. Nos hace sentir cierto pesimismo pero también tiene su
razón, ya que la personalidad está anclada en pensamientos y sentimientos inconscientes que
han de ser procesados en el aprendizaje de vivir.
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