El personaje del abogado no es santo de mi devoción; me molesta su infinita distancia emocional, aunque reconozco que en ese rasgo hay algo que me atrae, y hoy he visto por qué.
Esta actitud de someterse con precisión exquisita al significado de las palabras, aunque reconozco que es una virtud en muchas circunstancias de la vida, me parece un tanto maniática, demasiado mecánica; y en muchas ocasiones deja de lado lo humano.
Sin embargo me doy cuenta que respeta un aspecto de la realidad, que es la relación que tiene el humanito con sus circunstancias ambientales. No sólo somos individuos dependientes del afecto, sino también de variados tipos de estructuras y cuestiones sociales, biológicas y naturales. Es el plano en que somos sujetos institucionales.
La institución no sólo se hace presente en las asociaciones creadas para el logro de unos objetivos; también está instituida aquella parte del sujeto que está condicionada por ellas.
En estas situaciones de las que el sujeto es dependiente, no puede salirse del guión sin pagar potencialmente un precio. Esto señala el consejero cuando no dice nada.
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