Con el concepto de inconsciente, Freud le
inflige una herida narcisista a la razón occidental: Descentra el saber. El
saber es del inconsciente.
Es un saber no sabido por la consciencia.
Habrá que darle la oportunidad, en el análisis, de que se despliegue como
discurso.
Es, en el discurso de un sujeto en análisis,
que el saber del inconsciente retorna y se hace audible, para quien lo sabe
escuchar.
Que el analista no se aturda con el sentido
común que portan los significantes; que lea en ellos las cicatrices edípicas,
es lo que produce esta ruptura con la apariencia, con lo que se ve a simple
vista.
En la
intervención analítica se hace posible que el goce encerrado en el síntoma…
Cuando el paciente cuenta su síntoma, el
analista puede, en algún momento, producir una respuesta.
Así, la intervención analítica, forma al
inconsciente.
El sueño es una escritura en imágenes, una
adivinanza basada en analogías fonéticas que utiliza dibujos o símbolos.
Sueño, adivinanza que hay que entender al pie
de la letra, nos recuerda Lacan, porque en él la letra toma al significante
como cosa.
Lacan.
´Instancia de la letra´:
Justamente, si el análisis opera es porque
propicia cortes en aquellos goces que parasitan al sujeto, que lo mantienen
atado a alguna emoción incestuosa, impidiendo la función sujeto.
Hablando en plata, que se ha quedado pegado
al pasado y en el presente repite los traumas del pasado. En este sentido, se
puede entender la paradoja del dicho que ´psicoanalizarse
es hacer que el pasado se vuelva pasado´.
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