El caso del presunto asesino y violador de la niña Mari Luz, que está en estas fechas conmoviendo a la opinión pública española, nos hace pensar en el mecanismo mental de la perversión.
¿Cómo puede un ser humano llegar a desear semejante cosa?: Violar y matar niñas. Así como también violar a su propia hija.
Cada vez que aparece en los medios o nos enteramos por cualquier vía de estas escalofriantes perversiones, nos surge la misma pregunta. ¿Cómo es posible? Una respuesta emocional y muy normal es la condena moral, por ser un ser despreciable más allá de todo lo imaginable, un monstruo.
Pero por otro lado también hay gentes que se preguntan cómo puede una mente llegar a este tipo de conducta.
¿Cómo? ¿Cuál es el mecanismo que desarrolla una mente para llegar a hacer estas cosas?
Una cuestión que también interesa en estos días, es pensar en las medidas que puede tomar una sociedad para protegerse de los paidófilos y violadores, es si estos penados, pueden dejarse en libertad sin cometer nuevas agresiones, vale decir si son rehabilitables.
Como psicoanalista me pregunto ambas cosas, vale decir cuál es el mecanismo mental de tan extremas perversiones, y si pueden rehabilitarse, lo que equivale a preguntar si alguien que llega a eso puede curarse.
En primer lugar nos preguntamos qué es la perversión, cuáles sus mecanismos.
El ser humano desea, busca hallar en el otro, en el mundo, el complemento de sí mismo, o incluso su espejo, a otro con el que se pueda identificar.
Partiendo de esta base vemos que, en la primera infancia, en que está reconociendo la existencia del mundo y las cosas, todo le llama igualmente la atención, el mecanismo del deseo por lo tanto se fija en todo, en cada una de las cosas con las que se encuentra. Acordémonos del niño que comienza a gatear, y se detiene en cada una de las cosas que captan sus sentidos, ojos, tacto, gusto, etc. y en cada una de ellas se queda arrobado, con toda su atención concentrada como si en esa manchita en el suelo, en ese sabor, en esa luz, se concentrase todo el universo.
A este niño de los primeros tiempos del desarrollo psicológico, Freud lo llamó por eso, perverso polimorfo. En el sentido de que tiene la capacidad de desearlo todo.
¿Qué le pasa después en los estadios sucesivos de la maduración psíquica? - Empieza a ser condicionado por las formas de mirar de la educación de su medio cultural, de su familia, del colegio, del mundo mismo.
Por lo tanto el sujeto va aprendiendo a particularizar los objetos deseables, por la corriente cultural, por sus gustos, por sus propias experiencias deseantes.
Si aceptamos lo anterior como el mecanismo normal, podemos pensar que la perversión es una maduración anormal del deseo, o una falta de maduración del mismo.
El niño primero nace en una simbiosis con su madre, vale decir que nace en una dependencia a vida o muerte del que lo cuida. Esta persona, habitualmente su madre, se denomina en psicoanálisis “función madre”. Si esta función no es asumida por alguien, el niño no tiene una base sobre la que desarrollar sus mecanismos. La primera fase entonces es un mundo donde niño y madre se perciben como simbiosis, como dos en uno. No hay dos en la percepción, sólo uno.
En la siguiente etapa, con la función que llamamos “el tercero”, que es una función separadora de los dos de la simbiosis, llamada también “función padre”, el niño descubre los demás objetos del mundo. A partir de ahí comienza su interés indiscriminado por todo lo que se encuentra en su camino, es el perverso polimorfo que dijimos, después de la cual viene la selección por la cultura, gustos, etc.
Entonces, el perverso, ¿como se forma?
Rechazando la entrada en el mundo donde todo le llama la atención, donde todo es objeto de su deseo e interés vital.
Queda entonces fijado a la primera posición simbiótica con la madre.
Los cuadros por todos conocidos de la sobreprotección infantil son un intento de la madre de producir una fijación a ella del deseo del niño. Esto va en la dirección de lo que el perverso produce en su mente, pero sin llegar a eso, queda en un lugar de conflicto en la posibilidad de asumir su propio deseo. No llega a ser un perverso. Pero puede acercar al lector a la idea de lo que es la posición perversa.
El perverso, siguiendo esta línea de razonamiento, sería aquel que logra no salir de la posición con la madre, en cuanto a que se fija en un solo objeto de deseo. Ese único objeto puede explicar la absoluta intensidad pasional que sobre él ejerce.
Nada hay en el mundo que pueda competir con ese objeto, es su fetiche.
Esta posición de deseo por un único objeto puede ser más o menos absoluta. En todos los casos de perversión, el objeto fetiche que monopoliza la energía, el interés del deseo, es central, pero no en todos los casos ejerce del todo el monopolio de la atención. Cuanto mayor sea dicho monopolio, más grave es la perversión del sujeto.
En los casos como el del presunto asesino violador de la niña española, la extrema trasgresión de las normas que hacen funcionar la cultura y la sociedad, sin duda se trata de un sujeto perverso extremadamente grave.
Por esta gravedad de la patología no es difícil presumir que la cura es una posibilidad muy difícil de alcanzar, como parece que demuestran las estadísticas psiquiátricas forenses para este tipo de perversos delincuentes.
Luis Eduardo Schnitman
Madrid
05/04/2008
¿Cómo puede un ser humano llegar a desear semejante cosa?: Violar y matar niñas. Así como también violar a su propia hija.
Cada vez que aparece en los medios o nos enteramos por cualquier vía de estas escalofriantes perversiones, nos surge la misma pregunta. ¿Cómo es posible? Una respuesta emocional y muy normal es la condena moral, por ser un ser despreciable más allá de todo lo imaginable, un monstruo.
Pero por otro lado también hay gentes que se preguntan cómo puede una mente llegar a este tipo de conducta.
¿Cómo? ¿Cuál es el mecanismo que desarrolla una mente para llegar a hacer estas cosas?
Una cuestión que también interesa en estos días, es pensar en las medidas que puede tomar una sociedad para protegerse de los paidófilos y violadores, es si estos penados, pueden dejarse en libertad sin cometer nuevas agresiones, vale decir si son rehabilitables.
Como psicoanalista me pregunto ambas cosas, vale decir cuál es el mecanismo mental de tan extremas perversiones, y si pueden rehabilitarse, lo que equivale a preguntar si alguien que llega a eso puede curarse.
En primer lugar nos preguntamos qué es la perversión, cuáles sus mecanismos.
El ser humano desea, busca hallar en el otro, en el mundo, el complemento de sí mismo, o incluso su espejo, a otro con el que se pueda identificar.
Partiendo de esta base vemos que, en la primera infancia, en que está reconociendo la existencia del mundo y las cosas, todo le llama igualmente la atención, el mecanismo del deseo por lo tanto se fija en todo, en cada una de las cosas con las que se encuentra. Acordémonos del niño que comienza a gatear, y se detiene en cada una de las cosas que captan sus sentidos, ojos, tacto, gusto, etc. y en cada una de ellas se queda arrobado, con toda su atención concentrada como si en esa manchita en el suelo, en ese sabor, en esa luz, se concentrase todo el universo.
A este niño de los primeros tiempos del desarrollo psicológico, Freud lo llamó por eso, perverso polimorfo. En el sentido de que tiene la capacidad de desearlo todo.
¿Qué le pasa después en los estadios sucesivos de la maduración psíquica? - Empieza a ser condicionado por las formas de mirar de la educación de su medio cultural, de su familia, del colegio, del mundo mismo.
Por lo tanto el sujeto va aprendiendo a particularizar los objetos deseables, por la corriente cultural, por sus gustos, por sus propias experiencias deseantes.
Si aceptamos lo anterior como el mecanismo normal, podemos pensar que la perversión es una maduración anormal del deseo, o una falta de maduración del mismo.
El niño primero nace en una simbiosis con su madre, vale decir que nace en una dependencia a vida o muerte del que lo cuida. Esta persona, habitualmente su madre, se denomina en psicoanálisis “función madre”. Si esta función no es asumida por alguien, el niño no tiene una base sobre la que desarrollar sus mecanismos. La primera fase entonces es un mundo donde niño y madre se perciben como simbiosis, como dos en uno. No hay dos en la percepción, sólo uno.
En la siguiente etapa, con la función que llamamos “el tercero”, que es una función separadora de los dos de la simbiosis, llamada también “función padre”, el niño descubre los demás objetos del mundo. A partir de ahí comienza su interés indiscriminado por todo lo que se encuentra en su camino, es el perverso polimorfo que dijimos, después de la cual viene la selección por la cultura, gustos, etc.
Entonces, el perverso, ¿como se forma?
Rechazando la entrada en el mundo donde todo le llama la atención, donde todo es objeto de su deseo e interés vital.
Queda entonces fijado a la primera posición simbiótica con la madre.
Los cuadros por todos conocidos de la sobreprotección infantil son un intento de la madre de producir una fijación a ella del deseo del niño. Esto va en la dirección de lo que el perverso produce en su mente, pero sin llegar a eso, queda en un lugar de conflicto en la posibilidad de asumir su propio deseo. No llega a ser un perverso. Pero puede acercar al lector a la idea de lo que es la posición perversa.
El perverso, siguiendo esta línea de razonamiento, sería aquel que logra no salir de la posición con la madre, en cuanto a que se fija en un solo objeto de deseo. Ese único objeto puede explicar la absoluta intensidad pasional que sobre él ejerce.
Nada hay en el mundo que pueda competir con ese objeto, es su fetiche.
Esta posición de deseo por un único objeto puede ser más o menos absoluta. En todos los casos de perversión, el objeto fetiche que monopoliza la energía, el interés del deseo, es central, pero no en todos los casos ejerce del todo el monopolio de la atención. Cuanto mayor sea dicho monopolio, más grave es la perversión del sujeto.
En los casos como el del presunto asesino violador de la niña española, la extrema trasgresión de las normas que hacen funcionar la cultura y la sociedad, sin duda se trata de un sujeto perverso extremadamente grave.
Por esta gravedad de la patología no es difícil presumir que la cura es una posibilidad muy difícil de alcanzar, como parece que demuestran las estadísticas psiquiátricas forenses para este tipo de perversos delincuentes.
Luis Eduardo Schnitman
Madrid
05/04/2008
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