DE LO PARTICULAR A LO UNIVERSAL
- UN PUNTO DE CREACIÓN POÉTICA -
Siempre he pensado que los valores universales no estaban en el consenso de la distribución.
Vale decir que no es aquello que una gran mayoría acepta como válido lo que tiene el valor de universalidad.
Sino que, por el movimiento contrario, de la experiencia particular, la que se genera en la vida de cada cual, asumida como un sistema de pensamiento, es que se produce lo universal.
Y esto es así a mí entender, por el hecho notable de que cuando se procesa el pensamiento sobre la experiencia de vida, el conocimiento que de ello surge nos sorprende por su analogía con los otros conocimientos que surgen por aquí y por allá, en todo pensamiento sobre la experiencia particular de unos y otros.
Esta sorprendente coincidencia, esta comunidad de conocimiento sobre lo que es esencial al humanito, es lo que siempre intuí con asombro. Tanto ha sido así la impresión que he recibido a través del tiempo de mi vida que, se me ha impuesto como una verdad estructural. Otra cosa es argumentar o dar una referencia teórica al respecto.
Esta referencia teórica es la que sitúa el subtítulo de este apartado, ubicándola en el resorte mental de la creación poética.
La idea es que toda elaboración de pensamiento sobre la experiencia humanita halla un lugar común, una estructura similar porque, en la racionalidad que se pone en juego en el pensamiento, nos hallamos con la racionalidad poética.
El inconsciente, ante la caída de sentido que le impone la vacuidad de los hechos – que en sí mismos no tienen sentido alguno – produce el sentido de los hechos. Vale decir que nuestro pensamiento humanito produce el sentido del cual carece la realidad material. Es la mirada pensante sobre esta realidad, lo que construye un mundo de sentido.
Y el conocimiento general que se construye ante semejante fenómeno de la producción del sentido, produce esta teoría. Todo es vacío pero el pensamiento lo humaniza, concediéndole sentidos en los que se juega de ahí en más nuestra identidad.
En el fondo todo conocimiento se remite a esto y es, en nuestra opinión, el único universal que es posible concebir.
La concepción de la noción de multi culturalidad - que se halla en el candelero del pensamiento en relación con las cuestiones de la globalización socio-económica – podría estar relacionada por su base con la forma en que entendamos lo particular y lo universal.
Si la universalidad es la elaboración de conocimiento a través de la producción poética de la experiencia particular; podemos ofrecer un argumento igualitario en el renglón del psiquismo, coloque a todos los humanitos en el mismo rango. Que todos somos de la misma madera psíquica inconsciente. Que el fundamento inconsciente del sujeto siempre es el mismo, sigue la misma ley.
La estructura en que se fundamenta el psiquismo, en cualquier cultura y circunstancia, es idéntica. Eso en algo deberá importar: en su esencia humanita todos los hombres son iguales sea cual fuese su cultura.
Podríamos decir que lo que diferencia a los humanitos de las distintas culturas es, al igual que a los individuos de cada comunidad cultural entre sí, el nivel de elaboración poética de su conocimiento cultural. Y en ello no hay diferencia del punto de partida – tal o cual cultura – sino del punto de llegada.
Toda cultura, en definitiva, ofrece los mismos elementos psíquicos para la elaboración del conocimiento, y es como hemos visto, en tanto conocimiento, universal y único y el mismo, para todos los individuos, sean cuales sean los símbolos de su identidad cultural que han usado como punto de partida, lo que suele llamarse con el nombre de valores.
Los elementos particulares de una cultura no tienen en este sentido, otro lugar que el de oficiar de materia prima para el conocimiento universal de todos los humanitos.
Semejantes en su diferencia. Esta breve sentencia, podría conjugar de forma sintética, la cuestión de la igualdad o diferencia y la valoración desde un punto de vista de esencia humanita, de todas las culturas.
Desde lo particular de la materia prima de la cultura en que nacemos, a lo universal del conocimiento del humanito como homus poéticus.
Desde el punto de vista del psicoanálisis Freud planteó a lo largo de toda su elaboración teórica, que existe un conflicto generador del psiquismo – en tanto generador, no resoluble – entre las dos pulsiones que sostienen el pensamiento y el aparato psíquico mismo, que son la pulsión de vida y la pulsión de muerte.
Desde un punto de vista lingüístico, resulta más sencillo de exponer. En este sentido, puede considerarse al sujeto psíquico como una función del lenguaje. Somos los sujetos, entidades “sujetadas” al lenguaje y en ello tenemos la vida del dicho. Vivimos mientras decimos, mientras sostenemos un decir, y este decir nos sostiene. El decir que sostenemos es un decir que nos dice. Decir es decirnos, desde el punto de vista de la estructura en la que consiste el sujeto. El sujeto, como le gustaba decirlo a Lacan, es la dicho-mansión, la mansión del dicho.
Así como en el decir hay escansiones, puntuaciones, caídas del ritmo de la producción; estos momentos de detención representan el dinamismo de la pulsión de muerte. La pulsión de muerte es la puntuación de la frase. Y la continuación de la producción de la frase, la siguiente palabra, la frase que continúa el decir, es la expresión de la pulsión de vida; que no es otra cosa que la creación.
Con el conocimiento – universal – que se llega a producir permanentemente en el pensamiento, sobre la dinámica de este conflicto, entre la creación y la caída, entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, es con lo que los humanitos nos sostenemos en un diálogo eterno. Y esto es para todos.
Por ello en parte nos gusta llamar “humanito” al humano, porque es de esta frágil sustancia de la que estamos hechos, en tanto esto las homogeniza a todas.
Gracias hermanos.
Vale decir que no es aquello que una gran mayoría acepta como válido lo que tiene el valor de universalidad.
Sino que, por el movimiento contrario, de la experiencia particular, la que se genera en la vida de cada cual, asumida como un sistema de pensamiento, es que se produce lo universal.
Y esto es así a mí entender, por el hecho notable de que cuando se procesa el pensamiento sobre la experiencia de vida, el conocimiento que de ello surge nos sorprende por su analogía con los otros conocimientos que surgen por aquí y por allá, en todo pensamiento sobre la experiencia particular de unos y otros.
Esta sorprendente coincidencia, esta comunidad de conocimiento sobre lo que es esencial al humanito, es lo que siempre intuí con asombro. Tanto ha sido así la impresión que he recibido a través del tiempo de mi vida que, se me ha impuesto como una verdad estructural. Otra cosa es argumentar o dar una referencia teórica al respecto.
Esta referencia teórica es la que sitúa el subtítulo de este apartado, ubicándola en el resorte mental de la creación poética.
La idea es que toda elaboración de pensamiento sobre la experiencia humanita halla un lugar común, una estructura similar porque, en la racionalidad que se pone en juego en el pensamiento, nos hallamos con la racionalidad poética.
El inconsciente, ante la caída de sentido que le impone la vacuidad de los hechos – que en sí mismos no tienen sentido alguno – produce el sentido de los hechos. Vale decir que nuestro pensamiento humanito produce el sentido del cual carece la realidad material. Es la mirada pensante sobre esta realidad, lo que construye un mundo de sentido.
Y el conocimiento general que se construye ante semejante fenómeno de la producción del sentido, produce esta teoría. Todo es vacío pero el pensamiento lo humaniza, concediéndole sentidos en los que se juega de ahí en más nuestra identidad.
En el fondo todo conocimiento se remite a esto y es, en nuestra opinión, el único universal que es posible concebir.
La concepción de la noción de multi culturalidad - que se halla en el candelero del pensamiento en relación con las cuestiones de la globalización socio-económica – podría estar relacionada por su base con la forma en que entendamos lo particular y lo universal.
Si la universalidad es la elaboración de conocimiento a través de la producción poética de la experiencia particular; podemos ofrecer un argumento igualitario en el renglón del psiquismo, coloque a todos los humanitos en el mismo rango. Que todos somos de la misma madera psíquica inconsciente. Que el fundamento inconsciente del sujeto siempre es el mismo, sigue la misma ley.
La estructura en que se fundamenta el psiquismo, en cualquier cultura y circunstancia, es idéntica. Eso en algo deberá importar: en su esencia humanita todos los hombres son iguales sea cual fuese su cultura.
Podríamos decir que lo que diferencia a los humanitos de las distintas culturas es, al igual que a los individuos de cada comunidad cultural entre sí, el nivel de elaboración poética de su conocimiento cultural. Y en ello no hay diferencia del punto de partida – tal o cual cultura – sino del punto de llegada.
Toda cultura, en definitiva, ofrece los mismos elementos psíquicos para la elaboración del conocimiento, y es como hemos visto, en tanto conocimiento, universal y único y el mismo, para todos los individuos, sean cuales sean los símbolos de su identidad cultural que han usado como punto de partida, lo que suele llamarse con el nombre de valores.
Los elementos particulares de una cultura no tienen en este sentido, otro lugar que el de oficiar de materia prima para el conocimiento universal de todos los humanitos.
Semejantes en su diferencia. Esta breve sentencia, podría conjugar de forma sintética, la cuestión de la igualdad o diferencia y la valoración desde un punto de vista de esencia humanita, de todas las culturas.
Desde lo particular de la materia prima de la cultura en que nacemos, a lo universal del conocimiento del humanito como homus poéticus.
Desde el punto de vista del psicoanálisis Freud planteó a lo largo de toda su elaboración teórica, que existe un conflicto generador del psiquismo – en tanto generador, no resoluble – entre las dos pulsiones que sostienen el pensamiento y el aparato psíquico mismo, que son la pulsión de vida y la pulsión de muerte.
Desde un punto de vista lingüístico, resulta más sencillo de exponer. En este sentido, puede considerarse al sujeto psíquico como una función del lenguaje. Somos los sujetos, entidades “sujetadas” al lenguaje y en ello tenemos la vida del dicho. Vivimos mientras decimos, mientras sostenemos un decir, y este decir nos sostiene. El decir que sostenemos es un decir que nos dice. Decir es decirnos, desde el punto de vista de la estructura en la que consiste el sujeto. El sujeto, como le gustaba decirlo a Lacan, es la dicho-mansión, la mansión del dicho.
Así como en el decir hay escansiones, puntuaciones, caídas del ritmo de la producción; estos momentos de detención representan el dinamismo de la pulsión de muerte. La pulsión de muerte es la puntuación de la frase. Y la continuación de la producción de la frase, la siguiente palabra, la frase que continúa el decir, es la expresión de la pulsión de vida; que no es otra cosa que la creación.
Con el conocimiento – universal – que se llega a producir permanentemente en el pensamiento, sobre la dinámica de este conflicto, entre la creación y la caída, entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, es con lo que los humanitos nos sostenemos en un diálogo eterno. Y esto es para todos.
Por ello en parte nos gusta llamar “humanito” al humano, porque es de esta frágil sustancia de la que estamos hechos, en tanto esto las homogeniza a todas.
Gracias hermanos.
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