Están trabajando sin interrupción durante las
24 horas del día, en una guerra informática global.
Una línea de esta batalla es la de construir
una hegemonía sobre los otros; la otra
es la de construir una multiplicidad de centros de poder.
Por alguna razón que no es fácil desentrañar,
en este tiempo, esta puja por la verdad social, es más encarnizada que nunca.
Hace cuarenta años, joven en mi edad, en mi
ciudad natal de Buenos Aires, empezaba
la guerra sucia con los primeros desaparecidos, los primeros cuerpos deshechos
con dinamita, los primeros disparos nocturnos. La vida, en general, seguía
igual, pero un día, el barman español de nuestra cafetería dijo que lo que se
sentía era un clima de guerra. Todos quedamos impactados por esta frase que a
partir de ahí se empezó a hacer consciente.
Como en ese tiempo de las armas argentinas, siento
ahora, en los medios de comunicación mundial, un clima de guerra.
Con el psicoanálisis se ha descubierto que en
la mente humana hay un pensamiento inconsciente. Por más que en este tiempo se
debata contra el psicoanálisis y se defienda por el contrario una visión de la
mente desde el punto de vista de la filosofía de la consciencia; por más que
esta guerra ideológica de gran intensidad vaya dirigida contra la visión psicoanalítica
del sujeto, todo el mundo sabe que existe el inconsciente.
Ahora todo es entendido con el conductismo,
que ve así al hombre. Por efecto de esta manera de pensar, en las últimas
décadas se ha desarrollado un conocimiento sobre las técnicas para guiar la
conducta, sumamente sofisticado y de gran eficacia.
Un auténtico lavado de cerebro llevado a cabo
con tecnologías modernas.
Se nos puede decir que el juicio de nuestro
entendimiento está equivocado, con el
resultado ´fabuloso´ de que terminemos tomando las decisiones que nos van a
hacer daño creyendo que nos haremos bien.
Digo ´fabuloso´ con oscura ironía, por no poner
al lector de golpe a caer de cara en el infierno.
Podemos preguntarnos, al invertir nuestro
juicio:
- ¿Qué se pierde?
- La libertad de tener un pensamiento propio,
como en lo traído por Kant en sus tres principios del razonamiento:
-
Pensar
por ti mismo.
-
Pensar
coherentemente en idea y acto.
-
Ponerte
en los zapatos del otro.
Es tentadora la idea de interpretar
la posición inconsciente de esta retórica nefasta, descubriendo lo reprimido en
esa posición. Sería una verdadera acción de contraespionaje.
En este tiempo necesitamos
el psicoanálisis más que nunca.
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