La propuesta de los maestros que en el mundo
han sido del “conócete a ti mismo” recomienda un camino de creación. Porque conocerse
no es posible en términos absolutos.
Una referencia freudiana para plantear esta imposibilidad
está en su artículo “Los recuerdos encubridores”.
Freud sitúa allí su concepción del síntoma
como la estructura, la naturaleza misma del ser humano. (Lo repetirá Lacan contemporáneamente,
respondiendo a la pregunta por el tratamiento psicoanalítico: “Sigue la vía del
síntoma”).
Muestra que la teoría del trauma de sus
primeros tiempos, no se corresponde con la realidad; ya que detrás del recuerdo
“traumático” existe otra situación mental que ha hecho sensible al sujeto para que
se produjera ese impacto en su personalidad. Y detrás de esta causa, hay otra
causa más. Y así sucesivamente.
Sin embargo plantea la validez del
psicoanálisis para buscar la causa del síntoma, la causa del yo, la causa de lo
que eres.
Los “entrenadores” psíquicos lo acusan de ser
una manera espuria de meter al paciente en una búsqueda eterna. Creemos que el
“negocio” deshonesto es el de estos “couchers”, que prometen el
autoconocimiento. En realidad, lo que demuestra la práctica psicoanalítica es
que no hay tal engaño, sino una forma de ser del humano que no permite llegar a
ninguna parte; pero, lo que se descubre al mismo tiempo, es que en el camino de
búsqueda se encuentra el ser. En el tratamiento psicoanalítico, el analizante
se descubre como un ser de creación.
El tratamiento psicoanalítico rescata la vida
como obra de arte, siempre en construcción.
Todos los caminos llevan a Roma, pero a Roma
no se llega jamás; y si por alguna situación antisistema llegaras a Roma,
deberás salir corriendo y extraviarte para seguir buscándola.
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