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domingo, 4 de agosto de 2013

“EDUCANDO PARA LA POSGUERRA.

El primer laboratorio de paz del país se fundó en el Magdalena Medio.”*
*(El Espectador, de Bogotá. 01.08.2013)




“Las escuelas de paz son laboratorios que desde 2002 se han creado en distintos lugares del país con el fin de preparar el terreno para cuando el conflicto armado termine. Durante los últimos 10 años se han abierto en el país más de 20 espacios de formación donde niños, jóvenes, adultos y ancianos intentan recuperar la confianza, reconstruir el tejido social y hallar vías alternativas para la paz, en medio del conflicto. Acompañadas por profesionales, las comunidades proponen y conforman espacios de encuentro para elaborar duelos, reconstruir el tejido social e idear estrategias para el mejoramiento de sus condiciones socioeconómicas y culturales. El objetivo de estos procesos es empoderar a los pobladores para construir futuros actores sociales y políticos capaces de hacer valer sus derechos y para que se conviertan en sujetos participativos.”

Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Cómo funcionó:

El sudafricano Desmond Tutu encabezó durante el gobierno del presidente Mandela, La Comisión de la Verdad y la Reconciliación, encargada de investigar los crímenes cometidos durante la segregación racial. Las conclusiones de los trabajos de la Comisión, que durante casi cuatro años tomó declaración a más de veinte mil personas, fueron presentadas por el mismo Tutu al presidente Mandela en 1998. La ecuanimidad de la Comisión quedó manifiesta en el hecho de que no acusó solamente a los gobiernos blancos precedentes, sino también a los movimientos de liberación, y entre ellos el Congreso Nacional Africano (ANC), el partido del propio Mandela.

Produjeron leyes que condenaban o concedían el perdón por las atrocidades de la guerra a aquellos que demostraran un sincero arrepentimiento ante sus víctimas. Si la Comisión detectaba que era una maniobra defensiva que faltaba a la verdad, se sometía a un nuevo período de un años de reclusión a los acusados, y se hacían nuevos careos entre victimarios y víctimas ante la Comisión, hasta que la mutua comprensión y el arrepentimiento y pedido de perdón fueran sinceros y elaborados en cada ciudadano.
De este modo se construyó el País del Arcoíris, nombre que designó el encuentro para el bien del país de todos los que se habían masacrado infamemente hasta entonces.
La capacidad religiosa y metafísica del Arzobispo Tutu, fue el respaldo espiritual del proceso.

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