
"Dos mil responsables del desfalco, en la cárcel por ocho años sin remisión de pena sometidos a una cláusula de duplicación de tiempo si no devuelven el dinero en los primeros seis meses de prisión, es la medida adecuada”.
Esto produciría una limpia de conducta por varias décadas en los manejos económicos.
Hay quienes dicen que esto no es efectivo porque se trata de un problema estructural, pero, si bien es comprensible este argumento y normalmente se verifica en la realidad, también es verdad que existen pensamientos y realidades dialécticas, en que lo inhabitual y sus imposibles dejan de serlo cuando cambian las determinaciones de la realidad.
De acuerdo con la tesis de Zizek, los indignados están en la posición correcta cuando denuncian sin salirse del lugar de la denuncia, sin dejarse tentar por “los amigos” que les aconsejan aprovechar su fuerza para agruparse en una gestión de política social porque en la perversión reinante sobre las normas de funcionamiento democrático se anularían, mientras que el acto de denunciar es la acción más eficaz en estas circunstancias.
Llevar a la cárcel a los culpables según esas normas es quizás la única acción social que puede ser compatible con la posición denunciante, por el hecho de ser “imposible” de llevar a la acción. Dice el grito de indignación:
No pedimos que lo resuelvan otros, como la histérica – crítica que hizo Lacan al mayo del 68 – denunciamos.
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