
Todos hemos experimentado estar pendientes en mayor o menor medida de la presencia del compañero de viaje desconocido del asiento de al lado.
">¿Por qué nos genera esta inevitable atención?
">Aún más: ¿Por qué sentimos que buscamos su aprobación?
">Desde el sentido común estos sentimientos hacia un desconocido nos parecen tan absurdos que nos hacen sospechar que en ellos se expresan profundos enigmas de la mente, y nos lleva a formular preguntas.
">">Veamos lo que dice Lacan cuando trata de aclarar la naturaleza del Yo, en su exposición titulada La cosa freudiana (1):
“">Este interés del Yo es una pasión cuya naturaleza había sido ya entrevista por la estirpe de los moralistas entre los cuales se la llamaba amor propio, pero de la cual sólo la investigación psicoanalítica supo analizar su dinámica en la relación con la imagen del cuerpo propio. Esta pasión aporta a toda relación con esta imagen, constantemente representada por mi semejante, una significación que me interesa tanto, es decir que me hace estar en una tal dependencia de esa imagen, que acaba por ligar al deseo del otro todos los objetos de mis deseos, más estrechamente que al deseo que suscita en mí.”
Lo que nos dice Lacan es que la estructura misma del sujeto depende de la mirada que viene desde fuera de sí, desde lo social, particularmente desde el otro semejante.
">En la experiencia de la curiosa dependencia de la aprobación que nos hace prestar una atención compulsiva al compañero eventual de la silla de al lado en el lugar más anónimo posible como un viaje en tren o una fila del supermercado, nos parece hallar un ejemplo claro de esta dependencia estructural sin la cual el sujeto no podría detectar sus más íntimos deseos.
(1) La cosa freudiana. Escritos I, en español. Siglo XXI. Pág. 170.
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