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sábado, 30 de mayo de 2009

MENOS RITUALES

Si hay menos rituales, ¿qué hay?

Esta es la pregunta que nos hacemos. El hombre se ha pasado el tiempo de la historia construyendo iglesias. En el presente hay un gran movimiento de hacer que lo cotidiano sea el fundamento de todo. Y entonces, qué vamos a hacer con nuestra costumbre de hallarlo todo en los rituales.

Los rituales, sean cívicos, religiosos o mágicos, implican un sentimiento de trascendencia, de que hay algo más allá de lo que vivimos. ¿En qué va el hombre a hallar este sentimiento, en caso de que lo necesite?

El sentimiento de trascendencia es el de no estar solo en el mundo, no estar solo en la vida, no estar solo.

El amor se basa en esta necesidad de no estar solo, porque el sujeto psíquico es un sujeto dependiente del otro. No del otro semejante, sino del mecanismo mental por el que nuestro reflejo en el otro, hace que podamos seguir siendo nosotros mismos.

El propio yo no se sostiene sin esta mirada del otro, este reflejo necesario.

¿Qué tiene de malo y de bueno el ritual y qué otra cosa puede cumplir su función y con qué resultado comparativo?

Amor, sin tópicos, esa podría ser la eterna fórmula que siguiera siendo válida. Para amar a alguien o a algo – para desear a alguien o a algo – hay que creer que hay algo que merece ser amado. Nada tiene en sí mismo propiedades que le hagan válido para ser amado, para ser distinguido como aquello que ha de sostener nuestro yo. Sin embargo, algo hay que elegir, es una cuestión de supervivencia. Amar para sobrevivir puede ser la fórmula eterna que sostenga lo que el ritual nos ha dado durante tanto tiempo.

El ritual nos ha dado el sentimiento de existir, que permite la supervivencia ya que, sin el sentimiento de existir nos desperdigaríamos en la desestructuración. Ante la locura y la muerte elegimos y somos elegidos por el amor.

El pegamento que nos da el ritual nos lo da el íntimo acercamiento a las cosas queridas.

Esto no significa que no tengamos rituales, pero menos preponderantes, no prioritarios.

¿Cuál es la ganancia? – Que los macro ritos tienden a generar grandilocuencia, que en nuestra opinión está en la base de todos los males. La grandilocuencia es un delirio de inmortalidad, mientras los rituales íntimos son propiamente humanos, más cercanos a la conciencia del error y la fragilidad.

Luis Schnitman

Madrid. 29.5.2009

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